Saber mirar la foto musical
Hace dos meses me apunté a un curso de fotografía. Hasta entonces no tenía la más mínima idea sobre el tema. Palabras como exposición, apertura, línea de fuga, encuadre o luz dura eran desconocidas para mí.
Cuando «miraba» una foto no me fijaba en esas cosas. A decir verdad, no me fijaba más que en lo que «veía», simplemente sabía si me gustaba o no, sin más. Discriminaba las buenas o malas fotos en función de lo que podríamos llamar intuición o simplemente gusto.
Ahora, que empiezo a conocer los mecanismos técnicos y las normas de la composición fotográfica, veo las fotos de un modo distinto. Y eso ocurre porque las miro de un modo distinto, fijándome en aspectos a los que no daba ninguna importancia y que hasta ahora me habían pasado completamente desapercibidos, basicamente porque los desconocía.
Comprender cómo está hecha la foto puede darme alguna pista sobre lo que quería provocar el fotógrafo en quien la vea: tensión, calma, alegría, tristeza… Son algunas de las sensaciones que puede transmitir una fotografía, y residen en la composición de la misma.
De hecho, me sucede algo similar cuando escucho una pieza musical con el «oído de músico»….
¿Ver o Mirar? ¿Oír o Escuchar?
No es lo mismo y lo sabemos, aunque muchas veces no nos demos cuenta de estar haciendo una o la otra.
Ver y oír son actos involuntarios y pasivos: Los sentidos están permanentemente conectados, recibiendo información del mundo que nos rodea y transmitiendo las señales importantes -sobretodo de alerta- al cerebro.
Mirar y escuchar son acciones activas y racionales: Mirar y escuchar implican concetrar nuestra atención en algo concreto: un ruido, algo que se mueve, un silencio, un paisaje, el claxon de un coche, el interior de la nevera en busca de un yogur solitario, una sinfonía….
Cuando miramos y/o escuchamos estamos analizando e interpretando cada señal racionalmente. Cuando miramos/escuchamos una obra de arte dejamos que nos transmita sensaciones, que se sienten en la boca del estómago, en la piel o en ese no-sabemos-dónde se nos despiertan ciertos estados anímicos.
Una mirada o un oído entrenados -o dicho de otro modo, que conocen los aspectos técnicos del arte en cuestión- analizará el cómo de la obra. Una mirada o un oído profanos analizarán el qué.
La mirada profana es como el oído profano: por mucho que mire y escuche percibirá superficialmente la obra, sin entrar en aspectos formales. Aunque, paradójicamente, así se conmueve lo más primario, profundo y visceral del ser humano que se convierte en las sensaciones. Pero eso no es «malo» en absoluto, al contrario. Un exceso de análisis puede abstraernos tanto que olvidemos el propóstito del arte…
*Foto destacada de pieter musterd con licencia CC
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