16
Oct
2014
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Más desprestigio musical

Escribo este artículo en caliente y a vuelapluma, a raíz de algunas situaciones que me han sucedido hace poco, aunque reconozco que el borrador sobre este tema lleva mucho en el tintero. Será porque el tema de marras es una preocupación cotidiana y necesitaba una/s espoleta/s suficientemente convincentes como para reaccionar físicamente con mi pólvora profesional.

Hace algún tiempo ya dí mi opinión sobre el desprestigio que sufrimos los músicos en el ámbito educativo, pero es que en el campo de la interpretación la cuestión roza el esperpento. Para muestra, dos botones que me han sucedido en fechas recientes:

El baúl de Surusú

Botón 1

«El baúl de Surusú y la banda Tururú» es el espectáculo pedagógico que más niños han disfrutado en Aragón. Se trata de una co-producción entre Pirena Brass y Seis de Trébol. En fechas recientes actuamos en un conocido teatro de Zaragoza; con un aforo que nunca ha tenido un espectáculo de esas características, en ese horario y en esa sala (en domingo por la mañana, teniendo en cuenta que ha sido poco antes de la fiestra grande, cuando la gente guarda para entonces).

Una vez liquidadas las correspondientes partidas de alquiler de la sala, cotizaciones a la S.S., impuestos varios y ranas cantando debajo del agua, el total por persona a repartir era lo que nos costaba comer un menú en el restaurante cercano de turno. Ya teníamos asumido por adelantado que los números iban a ser así, pero ni eso:

Se nos presentó el inspector de cierta Sociedad General de cuyos miembros y siglas no quiero acordarme.Tras una breve explicación de que el texto del espectáculo no está registrado, precisamente para evitar este tipo de prácticas recaudatorias, desapareció. Cual fue nuestra sorpresa cuando al día siguiente el fulano nos informó de su intención de cobrarnos los derechos sobre el texto «para cuando esté registrado» y ante la negativa de la autora, decidió aplicarnos tasas por tocar 16 compases de una canción de esa cantante y una obra a punto de pasar a dominio público con lo que, obviamente, el bolo nos da para un paquete de pipas. O ni eso.

Botón 2

Me llama el director de una banda amateur. Por lo visto tienen un concierto en breve y necesitan reforzar la sección de tuba. Tendría que estar el viernes en el ensayo y el sábado es el concierto. Me pagarían desplazamiento y estancia. Cuando le pregunto por los honorarios su respuesta, lo reconozco, me sorprende: «En esta banda los músicos no cobran».

Reflexiones al botón 1

Entiendo que el teatro tiene que tener su parte. Entiendo que haya que contribuir al bien común con impuestos, aunque un 21% aplicado a la cultura me parece un despropósito por varios motivos en los que profundizaré en otro momento. Entiendo que exista una figura que defienda los intereses de los autores y los creadores en general, aunque sus formas de actuación, sus argumentos y sus métodos recaudatorios no son santo de mi devoción.

Lo que no entiendo es que el músico, el actor y el artista en general, que son la cabeza visible de todo el entramado cultural, sean siempre quien sale peor parado, cuando son el agente más activo (y tal vez necesario) en todo este asunto. Tampoco entiendo que nos crujan a impuestos (cuando muchos somos mileuristas a duras penas), por aquello de las contrataciones en varias empresas mientras los grandes empresarios tengan exenciones fiscales por toser (sí, este es el momento demagogia-barata). Mucho menos entiendo que los autores, especialmente los independientes, tengan que optar por no registrar sus obras para no entrar en contradicción entre sus principios morales y los de quienes deberían representarles.

Algo falla, pero eso ya lo sabíamos.

Reflexiones al botón 2

Hablando sobre el Botón 1 con una persona del gremio artístico llego a una conclusión: las profesiones susceptibles de ser aficiones están muy infravaloradas en el mundo laboral. ¿Quien decida un día, por afición, tocar un instrumento, meterse a actor amateur, coger una cámara o pintar un cuadro tiene automáticamente el derecho a colgarse la etiqueta de músico, actor, fotógrafo o pintor?

¿Quién es músico? El quid de la cuestión

UntitledLa cuestión tiene miga, y no pocas respuestas correctas. Las etiquetas son necesarias en algunos ámbitos de la vida; pero en otros, los conceptos que representan son tan variados que usarlas es caer en un conflicto constante. Por definición, quien hace música ya es músico; pero no es lo mismo un aficionado (con mi mayor respeto y admiración por todos ellos) que un profesional, que conoce los entresijos técnicos y estéticos del arte, es capaz de aportar valor añadido a cualquier situación musical a la que se enfrente y quiera ser remunerado por ello.

El dinero sólo es dinero y tiene el valor que cada uno le conceda. El problema viene cuando se confunde un servicio profesional con un favorcillo o con algo que, al ser aparentemente sencillo, no se valora convenientemente. ¿Cuántas veces tendrá que oír el músico aquellas cantinelas de «No puedo pagarte, pero te servirá de promoción. Total por tocar cuatro notas…»? ¿A alguien se le ocurriría decirle al fontanero «No puedo pagarte, pero te servirá de promoción. Total, por ajustar cuatro tuercas…»? No, claro que no. Muchísimas veces toco en muy distintos ámbitos sin buscar ni obtener beneficio económico, porque entiendo que hay otras maneras de enriquecerse además del dinero; tocar por diversión puede ser muy gratificante e interesante. Pero cuando no es el caso, no es el caso.

Lo peor de todo este asunto es que en demasiadas ocasiones somos los propios profesionales de la música quienes caemos en el error de confundir, consciente o inconscientemente, conceptos. Y si nosotros mismos no valoramos nuestro trabajo, fruto de cientos de miles de horas de estudio y sacrificios, ¿cómo podemos esperar que otros lo hagan?

 

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9 Responses

  1. Susana

    Muy buen artículo, si señor. Ganas me dan de compartirlo. Esa es la cosa, que la mayoría de la gente no entiende lo que hacemos como trabajo porque nos gusta. El profesional es el que practica una actividad de la que vive, que le da para vivir. En el caso del teatro para malvivir, más concretamente. El trabajo de crear una producción teatral de la nada es muy largo. Escribir el texto, estudiarlo, montarlo, vestuario, escenografía. Y luego no podemos rentabilizar a penas nuestro trabajo. En la sociedad neoliberal y capitalista en la que vivimos la cultura no resulta productiva, ni interesante. Una pena. Pero no claudicaremos!!!! Aúpa.

  2. Se nota bastante el calentón en el post pero es el día a día de la vida de un músico. Creo que Mario ha acertado con aquello de «cultura gratis». El hecho de ir a ver un espectáculo o una actuación y no pagar por ello NADA hace que pierda mucho valor. Hay que hacer reconocer al público que lo que se está haciendo tienen un valor, un valor que no vive de un aplauso y un valor que no se come con 0€.

    Todo profesional cobra por su trabajo, y su tu trabajo es crear «cultura y espectáculo» debes de cobrar por ello, si no están dispuestos a pagarte por ello es que no lo valoran, no saben lo que cuesta, no saben el trabajo que hay detrás y los años de estudio que conlleva.

    Comprendo que la situación actual es muy dura, y que el público no tiene presupuesto para todo. Pero en ocasiones, si alguien nos suelta una como «Total por tocar cuatro notas…” la culpa es nuestra por no darnos la vuelta e irnos.
    Saludos.

    1. Eduard Ruano

      Hola Germán,

      Pues sí, la clave es valorar todo lo que hay detrás de las «cuatro notas». Sigo pensando que el dinero no lo es todo, pero probablemente en esta nuestra sociedad -mercantilizada hasta los cimientos- es la mejor herramienta para valorar cualquier cosa. Desafortunadamente.

      Saludos y gracias por compartir tu reflexión.

      Edu

  3. Muchas felicidades por el post. Creo que tienes mucha razón en todo lo que hablas, y eso que se nota mucho el calentón. 🙂

    Todos nos hemos enfrentado a situaciones parecidas y esta claro que cambiar esto es muy difícil. Nuestro país tiene severas deficiencias culturales lo que hace que todo lo relacionado con las artes escénicas se valore muy poco. Por un lado este problema lo hemos generado los propios «artistas» ya que no hemos sido capaces de poner en común unas normas para la defensa de nuestro sector. Por otro lado tenemos que aceptar que a nuestra sociedad le encanta el «folklorismo» por lo que una vez que alguien sabe tocar, bailar, cantar, interpretar un poquito, enseguida nos colgamos ese «título» e intentamos sacarle rédito económico… lo cual hace que todo valga.

    La solución, como no puede ser de otra forma, empieza por nosotros mismos. Para poder exigir mejor salario y otras condiciones no solo debemos parecer grandes profesionales, si no serlos de verdad, como tu muy bien dices, debemos aportar VALOR AÑADIDO. Creo que es la clave de todo y es, sin duda, la forma de ganarse el respeto de la sociedad a la que servimos.

    1. Eduard Ruano

      Gracias por tu comentario, David,

      Imagina cómo estaba de calentito, que lo revisé y publiqué varias semanas después del “día de autos” y sigue con un todo muy crispado…

      Yo no creo que en este país tengamos deficiencias culturales, ni leves ni severas. Cualquier pueblo o ciudad tiene una oferta de actividades culturales variada, amplia y generalmente de calidad. Más bien se debe, como muy bien apuntas, a una falta de “sentido de gremio” entre los artistas en general y los músicos en particular, que no hemos sido capaces de entender y defender nuestra profesión.

      Afortunadamente, tú, yo y los montones de compañeros que tenemos en esto más que una profesión y afición una pasión seguiremos trabajando por ello…

      Un abrazo!!

  4. Hola Eduard,

    La verdad es que es desesperante la cantidad de trabas para sacar cualquier proyecto profesional adelante: impuestos absurdos por todos lados, IVA cultural por las nubes, derechos de autor que benefician a todos menos a los autores, etc, etc

    Lo cierto es que se juntan muchos problemas: cada vez hay menos fondos públicos para hacer actividades culturales, hemos acostumbrado por otro lado a la sociedad a «cultura gratis» y pocos están dispuestos a pagar un precio alto por ella y por otro lado los músicos en general tenemos poca formación de gestión y mucho «intrusismo» por aquello de que hoy en día cualquiera coge un instrumento y monta su banda.

    No obstante no nos queda otra que concienciar en nuestros círculos de la necesidad de darle valor a lo que hacemos, comunicar este valor a la sociedad de forma efectiva y diferenciarnos de los «amateurs» haciendo cosas de calidad y mostrándolo de esta forma. Es una tarea de todos, puesto que solo así podremos hacer la actividad musical sostenible.

    Para el primer caso, lo único que se me ocurre es intentar no dar ni una oportunidad a los buitres de los derechos de autor, tocando siempre obras que no estén registradas o que claramente hayan expirado ya.

    Enhorabuena en cualquier caso por vuestro espectáculo pedagógico. Necesitamos más proyectos de este tipo en muchos más sitios.

    Saludos!

    Mario.

    1. Eduard Ruano

      Hola Mario,

      Muchas gracias por compartir tu reflexión, que comparto y encuentro muy acertada. Estoy de acuerdo en que todo empieza por nosotros mismos; nuestra actitud individual es la palanca que fuerza el cambio colectivo.

      Proyectos los hay, en cantidad y calidad, y tu lo sabes porque en Emusicarte se habla de ello. Lo que yo creo que falta es profesionalidad y seriedad en la contratación por parte de muchos dinosaurios del sector…

      Abrazos,

      Edu

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