Historia de la tuba – El Serpentón (III)
(viene del artículo anterior)
Ejecución
Las dificultades que entraña la ejecución del serpentón solamente pueden ser aprehendidas totalmente mediante su práctica. Alternar entre la tuba y el serpentón, como ocurre a menudo, provoca que las cualidades del serpentón salgan resentidas; consultar los métodos de Halfpenny, Moore o algún método original es, decididamente, algo a tener en consideración. Contrariamente a cómo sucede al tocar la tuba, en lugar de buscar la máxima relajación posible para conseguir calidad de sonido y entonación, el serpentón demanda un gran esfuerzo para conseguir igualar la calidad de sonido en todo el registro pese a las diferencias naturales entre las notas al aire y las que usan la totalidad del tubo con todos los orificios tapados. Schiltz enfatiza en la necesidad de minimizar esto y Hermenge dirige a sus lectores a soplar fuerte y esforzadamente para “ disimular este vicio natural del instrumento” con el objetivo de obtener sonidos puros y una ejecución uniforme. También sostiene que el mayor problema para tocar afinado surge en parte de la analogía de tocar el serpentón de una manera similar a la trompa. Proclama que una buena digitación ayuda, pero lo fundamental es el oído, que guíe la afinación a la embocadura. Imbert se hace eco de esta afirmación al declarar que el intérprete debe ser capaz de cantar afinadamente, a fin de mantener el control sobre el serpentón.
La fundamental y todas las notas de su serie armónica tenían una afinación bastante flexible. Se podía bajar el registro hasta en una cuarta justa simplemente modificando el labio (lo que actualmente denominamos bending) desde la nota fundamental; las notas resultantes solían aparecer en la mayoría de cartas de digitación. Se puso de moda alardear con la capacidad de dominar el registro agudo, más o menos como ocurre hoy en día, y muchos intérpretes llegaron a controlar el registro cuatro octavas por encima del Do1. Imbert advirtió sobre el abuso del instrumento en el registro agudo, declarando innecesario «hacer llorar el instrumento» haciendo ruido y abogando por devolverlo al rol que le es propio: acompañar a los cantantes, tocando sonidos bellos y afinados sin taparles. Mersenne describe el serpentón como un instrumento capaz de sostener un coro de veinte voces poderosas o tocar suficientemente suave como para acompañar delicada música de cámara. En cualquier caso, un muchacho de quince años podría hacerlo sonar tan fuerte como un hombre de treinta.
Las dificultades inherentes a la ejecución del serpentón no hacían inviable el virtuosismo, ni su afinación dejaba de poder ser corregida. Hurworth de Richmond, en Yorkshire, podía, aparentemente, interpretar complicadas variaciones de flauta con soltura y delicadeza y André, de la Banda del Príncipe Regente era reconocido como un gran intérprete del serpentón de la misma manera que Dragonetti lo era del contrabajo. Al hablar de posibles sustitutos para el serpentón, Hermenge apunta que el trombón bajo, el fagot ruso y el contrafagot son los más cercanos e indicados, pero ninguno de ellos podía minimizar los defectos del serpentón ni imitar su sonido poderoso y dulce.
Es de esperar que el lector comprenda que, en su época, se tocaba extremadamente bien el serpentón y sus cualidades sonoras eran las más apropiadas para su función. No hay que confundir imitaciones mediocres o flemáticas con el esplendor del original. La idea de que la música de aquella época era pobre y malsonante es totalmente infundada.Puedo testimoniar personalmente que la practicabilidad del instrumento puede ser lograda.
La introducción del serpentón en los servicios militares propició nuevas maneras de sujetar el instrumento y modificaciones en su forma. Tradicionalmente se sujetaba en posición vertical con las dos manos sobre el tubo, pero también podía colocarse en diagonal con la palma de la mano derecha por debajo, lo que permitía evitar las rodillas y poder tocar en marcha. Se dice que fue el rey Jorge III quien sugirió uno de estos métodos y también la idea de girar la campana ligeramente hacia adelante para ganar proyección y sonoridad. El serpentón militar alargado fue desarrollado en Francia para evitar los inconvenientes de su uso en marcha.
Alrededor de 1840 se construyeron algunos serpentones contrabajos, con el doble de longitud de tubo que el serpentón estándar. Uno de ellos fue hecho por dos artesanos y se utilizó en interpretaciones en la catedral de York. El mismo instrumento fue utilizado en el Music Festival Concert de Hoffnung (grabación Angel #35500) y el artículo de Morley-Paige «La Anaconda» proporciona una descripción exhaustiva sobre él. A causa de sus enormes proporciones, los serpentones contrabajos nunca fueron muy populares más allá de la mera curiosidad.
Durante el s.XIX los intérpretes empezaron paulatinamente a incomodarse con la dureza del trabajo que se requería para dominar las peculiaridades del serpentón. Los otros miembros de la familia de los cornetti ya habían caído en desuso, pero el serpentón todavía mantenía cierta respetabilidad en el ámbito secular y concretamente en los servicios militares, donde era ampliamente utilizado junto al fagot. A pesar del desarrollo de nuevos instrumentos, el serpentón todavía fue requerido específicamente para las siguientes obras:
- Beethoven: Marcha en Re Mayor para banda militar (c. 1816)
- Bennet: May Queen (1858)
- Carafa: Masaniello (1827)
- Händel: Música acuática (1717)
- Händel: Música para los reales fuegos artificiales (1749)
- Mendelssohn: Calm Sea and Prosperous Voyage (1828)
- Mendelssohn: Obertura Meersstille (1832)
- Mendelssohn: St. Paul (1836)
- Rossini: El Sitio de corinto (1826)
- Verdi: Vespri Siciliani (1855)
- Wagner: Rienzi (1842)
Fragmento traducido de: Kent Mason, J. (1977). The tuba handbook (pags. 7-8). Ontario: Sonante Publications.
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