Historia de la tuba – Oficleido
En vista del éxito que han tenido las traducciones dedicadas al serpentón, os traigo esta vez el capítulo dedicado al siguiente antecesor de la tuba: el oficleido.
Invención
Jean-Hilaire Asté, más conocido como Halary, creó en 1817 un nuevo miembro de la familia de los bugles de llaves. Lo llamó «oficleido» que significa «serpiente con llaves» [de las palabras griegas Φίδι y κλειδί ].
A pesar de los evidentes avances en varios sentidos, la patente no le fue concedida hasta 1821 con el argumento de que solamente se trataba del basse guerrière de Dumas mejorado, aunque éste solo era un clarinete con una afinación más grave. El oficleido estaba construido en metal e incorporaba largas llaves y botones, de una manera similar al saxofón, pero continuaba tocándose con una boquilla de copa [como las que emplean los instrumentos de viento metal].
El bugle de llaves original había sido producido por primera vez en 1810 por Joseph Hallyday en Irlanda y se cree que propuso a Hallary, que era constructor de instrumentos, copiarlo, por lo que éste construyó una familia de tres instrumentos, de los cuales los dos más graves resultaron ser los oficleidos alto y bajo. El oficleido bajo se popularizó y fue construido en Do y Si bemol. Habitualmente estaban dotados de once llaves, otros incorporaron una duodécima aunque sin gran repercusión y algunos contaban solamente con nueve llaves. También se construyeron algunos modelos contrabajos en Fa y Mi bemol.
Funcionamiento
Todos ellos eran capaces de desarrollar cromáticamente un registro de al menos tres octavas completas. En vista de que no necesitaba orificios que fueran accionados directamente con los dedos, éstos pudieron ser ensanchados hasta la proporción correcta y situados en la posición más idónea.
El oficleido fue utilizado en la orquesta con más éxito que ningún otro de los instrumentos que le precedieron [serpentón, fagot ruso, bass-horn], aunque no los sustituyó completamente. Tenía un sonido potente y el estilo interpretativo legato que lo caracterizaba se mantuvo por parte de los tubistas de las primeras décadas. La afinación era uno de sus puntos más débiles, especialmente cuanto más se acortaba el tubo.
No se recuerdan grandes intérpretes del oficleido, pero Jean Pròspere Guivier fue solista a menudo en los Promenade Concerts de Londres durante la segunda mitad del siglo, y fue considerado un virtuoso del más alto nivel.
A menudo sustituía al serpentón o al fagot en sus partes, incluso algunos solos podían ser adaptados de otros instrumentos. Algunas de las obras que solicitaron específicamente oficleido fueron:
- Berlioz: Benvenuto Cellini (1838)
- Mendelssohn: Sueño de una noche de verano (1832)
- Mendelssohn: Elijah (1846)
- Schumann: Das Paradies und die Peri (1843)
Fragmento traducido de: Kent Mason, J. (1977). The tuba handbook (pags. 12-15). Ontario: Sonante Publications.
Qué bonito blog 🙂