22
Sep
2011
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Air Tuba

Utilizo el transporte público una media de dos horas al dia para ir al trabajo y desplazarme por la ciudad. Si sumamos el total de horas invertidas al cabo de la semana, el mes o el año, el resultado es cuanto menos abultado y no es extraño preguntarse si no será una grandisima pérdida de tiempo. ¡Por supuesto que lo es!

Precisamente para no perder ese tiempo intento aprovecharlo. Generalmente llevo una buena provisión de “herramientas de aprovechamiento de tiempo en transporte público”: un par de libros (una novela, biografia poesia o literatura en general y otro sobre algún tema que me interese en el momento), mi libreta de anotaciones, una libreta de pentagramas -que nunca he usado, pero que necesitaré el dia que no la lleve- y algo de trabajo práctico (una clase que preparar, una lista que hacer…). Muchas veces también aprovecho para estudiar tuba.

Puede parecer un poco engorroso y molesto estudiar tuba en un vagón de tren, pero no lo es en absoluto; de hecho no es necesario el instrumento, solamente es necesaria (y tampoco imprescindible) la partitura de la obra en cuestión y recomendables unos tapones para los oidos que nos permitirán aislarnos y concentrarnos mejor. Con todo listo es cuestión de empezar a estudiar.

Podemos machacar pasajes técnicos que nos cuestan, centrarnos en la intención y el carácter de las frases, podemos analizar y estructurar las respiraciones; practicar escalas, arpegios, series….. cualquier aspecto concreto es susceptible de estudio -incluida la calidad del sonido-, y notaremos resultados en cuanto cojamos el instrumento; cualquier instrumento, por supuesto.

Todo esto puede parecer algo ingenuo y fantasioso; los más escépticos dudarán del método e incluso lo negarán. Estudiar tuba en un vagón de metro no es algo descabellado si tenemos en cuenta que no son los dedos, el sistema respiratorio ni la boca (labios, lengua…) los responsables de tocar un instrumento, pues son meros ejecutantes de las órdenes que les envia el cerebro mediante impulsos nerviosos. Si estudiamos sin instrumento estamos “programando” al cerebro para dirigir esos impulsos en una direccción concreta con la finalidad de conseguir el resultado que hemos estado visualizando. El método no es nuevo ni innovador, ya Arnold Jacobs lo aplicaba en sus clases, pero en la actualidad sabemos que estas pautas responden a técnicas de autosugestión próximas a la PNL, una herramienta de sobras conocida y utilizada en el mundo empresarial. ¿Por qué no utilizar todos los medios a nuestro alcance?

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